El adolescente va camino de la madurez volviendo al pasado, y eso le va a permitir vivir su vida actual.

Los adolescentes están dejando atrás su mundo infantil para poder conquistar la madurez de la edad adulta. Dicho así, suena como si de un día para otro los niños pasaran a ser adolescentes y, en otro día más, a ser adultos. Pero esto no es así de simple. En el interior del adolescente, se desplegará un intento de hacer un duelo del niño que fue, del lugar que ocupó en su familia, de los sentimientos que vivió cuando todavía era un niño. ¿Cómo va a suceder esto?

No va a olvidarse de su infancia, pues ese niño es quien ha sido él, y eso es todo a lo que puede agarrarse para vivir sus experiencias. Pero con la ambivalencia habitual de esta etapa, el adolescente no quiere saber nada de lo que fue en su etapa anterior. Lo que más teme un adolescente es que se le trate o identifique con un niño.

Lo ideal sería que el adolescente pudiera reconciliarse con ese recuerdo del niño que ha sido en su infancia. Para ello, va a revivir en acto, sus primeras experiencias infantiles, pero no solo los recuerdos conscientes, sino también lo inconsciente. Algo de lo que el adolescente no va a dar cuenta, aquello relacionado con todos los sentimientos y sensaciones que se experimentaron en la infancia y que quedan grabados en nuestra mente, aunque no se recuerde de forma consciente.

Las experiencias de la infancia no se olvidan; uno tratará de apropiarse de ellas y de reconciliarse con ese recuerdo del niño que fue. El adolescente va camino de la madurez volviendo al pasado, y eso le va a permitir vivir su vida actual. Parece una paradoja, pero es la manera que tenemos los seres humanos de dejar algo atrás y reafirmar nuestra identidad: volver a ello una y otra vez. Porque cada vez que nos reencontramos con ello, nos lo apropiamos más, y nos permite relativizar, pensar sobre ello y… cambiar.

Para el adolescente no va a ser nada fácil reconciliarse con ese niño que hay en él; va a sentirse avergonzado si es tratado por los padres como si fuera un niño, y va a rechazar con furor todo lo que provenga de su mundo infantil. Durante la adolescencia va a transformarse el amor que sentimos hacia el niño que fuimos. En definitiva, el amor hacia nosotros mismos.